tan quisquilloso y cabreado como un Dios
agasajó mi vista con un resplandor,
no me dejó advertir la fosa abierta a mi pies.
En ella ruge el fracaso, se agita y se agiganta,
respira algunos recuerdos
los suple por moscas que zumban agonizantes,
que retuercen con sus muertes los silencios de mi mente.
He querido taparla: Mas… ¡Inservible! Seguiría juzgándome.
Quizás mañana mismo la busque
y con mi zapa, grave y serena,
segregaré escorias y penas,
que me acompañen en la faena
de mis pupilas ardientes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario