¿Cuándo comenzamos a desoírlo todo?
¿En qué momento dejamos de intentar explicar? La bruma. La música. Los muertos. Las lágrimas.
¿Cómo nos despojamos del misterio?
¿Quién nos transformó en otoño sin escalofríos?
Algo me dice que el escándalo murió ayer, cuando la desnudez perfeccionó la arquitectura. Cuando el viajero enterró sus mapas. Aquella vez que las prostitutas se permitieron gozar.
Algo me asegura que la sensación vivió ayer (sólo ayer) y que fue un descuido, como el suicida que no dejó carta, el cazador que le voló la cabeza a su camarada, el millonario que durmió entre cartones.
Algo me dice que esta frialdad prepotente nos sentenció hace tiempo.
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