Tuve que recostarme lejos, apartarme del calor incómodo de tu mirada naturalmente desencajada. Ahí estaba: horizontal, petrificada, intentando no apartar la vista de las aspas del ventilador de techo. Las puedo sentir inquietas.
Pienso en la cercanía de cientos de dagas, cada una guarda un destino en mi piel y en la fantasía de mis sentidos.
Para colmo de mi ruina, suena la música estridente, estimulante y voraz. Siempre que concretamos un encuentro, gime la música. Se desplaza como un rayo, nos sacude los espantos como alguna vez quisiste, se devora lo gris de tu inocencia; propaga tu belleza.
Pienso en la cercanía de cientos de dagas, cada una guarda un destino en mi piel y en la fantasía de mis sentidos.
Para colmo de mi ruina, suena la música estridente, estimulante y voraz. Siempre que concretamos un encuentro, gime la música. Se desplaza como un rayo, nos sacude los espantos como alguna vez quisiste, se devora lo gris de tu inocencia; propaga tu belleza.
Una vez más con la fiereza de tus ojos —Tengo que hacer algo—, pensé.
Te invité a salir para quebrar nuestros muros, para observar sin modestia ni bochorno. Por suerte, dijiste sí...
S.G.
Una vez más con la fiereza de tus ojos —Tengo que hacer algo—, pensé.
Te invité a salir para quebrar nuestros muros, para observar sin modestia ni bochorno. Por suerte, dijiste sí...
No hay comentarios:
Publicar un comentario