martes, 13 de agosto de 2013

Las pasiones que yo ignoro y que me ignoran

   La excelencia es aquello que creímos alcanzar cuando nuestro auditorio presuntuoso gritó: -¡Fantástico, maravilloso! 
   De no ser por estas criaturas virales, una centena de auténticos sensibles, ahora difuntos,  andarían sueltos y vivos; sin las graves heridas de sus hermanos. 
   
   ¡Pobre mi sombra! Ríe a pesar de este peligro absoluto que se devora el contorno ya deshojado de nuestros corazones y almas
   Pobre la fiera: permanece erguida en su demencia. Hace tiempo que encotró el alivio en el derrame de sus muñecas, en la posdata de su daga ensangrentada. 
   Hartos van, la bestia y el olvido, irremisiblemente condenados al despojo apasionado.

 —Yo hubiera podido corregir el asunto— me dije, aunque durante el ultraje no había tenido el valor de entregar al traidor a la justicia. Al darme cuenta de esto, se me ocurrió que yo nunca había anhelado deslizarme así, por una ladera oscura y sedienta. En otro momento hubiese dejado que el pánico quedara encolerizado en el umbral de mi mente mas con el orgullo enfermo, debo atreverme a correr tras èl...

SG.

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